TAREAS PROGRAMADAS


Alexander Fleming

Alexander Fleming nació el 6 de agosto de 1881 en Lochfield, Gran Bretaña, en el seno de una familia campesina afincada en la vega escocesa. Fue el tercero de los cuatro hijos habidos en segundas nupcias por Hugh Fleming, el cual falleció cuando Alexander tenía siete años.
A los veinte años, la herencia de un pequeño legado le llevó a estudiar medicina. Obtuvo una beca para el St. Mary's Hospital Medical School de Paddington, institución con la que, en 1901, inició una relación que había de durar toda su vida. La carrera profesional de Fleming estuvo dedicada a la investigación de las defensas del cuerpo humano contra las infecciones bacterianas. Su nombre está asociado a dos descubrimientos importantes: la lisozima y la penicilina Pese, el hallazgo se reveló altamente interesante, puesto que demostraba la posibilidad de que existieran sustancias que, siendo inofensivas para las células del organismo, resultasen letales para las bacterias. A raíz de las investigaciones emprendidas por Paul Ehrlich treinta años antes, la medicina andaba ya tras un resultado de este tipo, aunque los éxitos obtenidos habían sido muy limitados.
El descubrimiento de la penicilina, una de las más importantes adquisiciones de la terapéutica moderna, tuvo su origen en una observación fortuita. En septiembre de 1928, Fleming, durante un estudio sobre las mutaciones de determinadas colonias de estafilococos, comprobó que uno de los cultivos había sido accidentalmente contaminado por un microorganismo procedente del aire exterior, un hongo posteriormente identificado como el Penicillium notatum. Su meticulosidad le llevó a observar el comportamiento del cultivo, comprobando que alrededor de la zona inicial de contaminación, los estafilococos se habían hecho transparentes, fenómeno que Fleming interpretó correctamente como efecto de una substancia antibacteriana segregada por el hongo. Una vez aislado éste, Fleming supo sacar partido de los limitados recursos a su disposición para poner de manifiesto las propiedades de dicha substancia. Así, comprobó que un caldo de cultivo puro del hongo adquiría, en pocos días, un considerable nivel de actividad antibacteriana. Realizó diversas experiencias destinadas a establecer el grado de susceptibilidad al caldo de una amplia gama de bacterias patógenas, observando que muchas de ellas resultaban rápidamente destruidas; inyectando el cultivo en conejos y ratones, demostró que era inocuo para los leucocitos, lo que constituía un índice fiable de que debía resultar inofensivo para las células animales. Ocho meses después de sus primeras observaciones, Fleming publicó los resultados obtenidos en una memoria que hoy se considera un clásico en la materia, pero que por entonces no tuvo demasiada resonancia. Pese a que Fleming comprendió desde un principio la importancia del fenómeno de antibiosis que había descubierto (incluso muy diluida, la substancia poseía un poder antibacteriano muy superior al de antisépticos tan potentes como el ácido fénico),










Dolly Montoya


La Universidad Nacional de Colombia es el espacio que elegí hace 24 años para
desarrollar mi proyecto de vida y, luego de haberme desempeñado en cargos
directivos en la industria, empecé siendo docente en Farmacia. En el transcurrir
de esa labor fuimos descubriendo la necesidad de consolidar una plataforma
interdisciplinaria como punto de intersección eficiente entre la Universidad y el sector
real, por tanto he sido gestora y directora del Instituto de Biotecnología (IBUN).
Con el mismo ánimo he representado a los Institutos Interfacultades en el Consejo
de Sede –Bogotá, he coordinado la Cátedra Manuel Ancízar sobre Biotecnología
y he presidido eventos nacionales e internacionales, especialmente en mi área.
Actualmente me encuentro al frente del Grupo Bioprocesos y Bioprospección
(Categoría A de Colciencias). Las 90 publicaciones científicas, 9 libros o capítulos, 3
plantas piloto con empresas, 34 proyectos gestionados nacional e internacionalmente,
44 tesis y trabajos de grado evidencian compromiso académico, interdisciplinariedad,
en síntesis, comprensión de la Universidad Nacional como proyecto colectivo de
desarrollo de Nación.

Para Dolly Montoya, fundadora del Instituto de Biotecnología de la Universidad
Nacional de Colombia y directora del Grupo de Bioprocesos y Bioprospección
de esa institución, la prioridad siempre ha sido traducir el conocimiento científico
en desarrollos tecnológicos útiles para los colombianos. Uno de sus mayores
méritos es haber tendido puentes entre la academia y la empresa privada en el
cumplimiento de ese objetivo.




Enrique Forero



Posicionar a los botánicos latinoamericanos, especialmente a los colombianos, en
el mundo ha sido una de las grandes obsesiones del profesor Enrique Forero de la
Universidad Nacional. Ese propósito le ha tomado más de 30 años y lo ha llevado
a ocupar algunos de los cargos más altos en las instituciones de investigación de
su campo.

Enrique Forero asegura que no pertenece al grupo de los que nacieron científicos,
su pasión por la botánica se hizo evidente desde temprana edad, cuando le hacía
las tareas de herbario a los compañeros de colegio a cambio de los problemas de
física.

El maestro Luis Eduardo Mora Osejo -uno de los padres de la botánica nacional,
que falleció a finales del 2003- lo recordaba como uno de los investigadores en
ciencias naturales más importantes que ha tenido el país, debido a los esfuerzos
que emprendió en la década de los ochenta para que los herbarios de la región
trabajaran en equipo y por haber ocupado un lugar destacado en los jardines
botánicos de Missouri y Nueva York, dos de los más reputados del globo. Con
62 años de edad y una amplia hoja de vida, el hombre de mirada segura y voz
cálida, recuerda con orgullo las que fueron las épocas más agitadas de su vida.
Todo comenzó el día que cansado de hacer disecciones de animales en el trabajo
de auxiliar docente del Departamento de Biología de la Universidad Nacional
de Colombia se acercó al botánico Álvaro Fernández para que le permitiera
profundizar en el campo vegetal.

Las palabras que el maestro le diría a Forero las repetiría éste con el tiempo a
estudiantes como Luz Mila Quiñones, actual profesora de la Universidad de los
Llanos: "aquí están mi oficina, mi biblioteca y mis conocimientos, aprovéchelos".

Al poco tiempo de asesorarlo y darse cuenta de la disciplina y el rigor que lo
caracterizan, Álvaro Fernández, que investigaba en orquídeas, le aconsejó que
se hiciera especialista en leguminosas (de la familia del haba, el fríjol y la lenteja),
pues se trataba del segundo grupo en importancia después de las gramíneas (de
la familia del arroz, la avena y la cebada).
Durante meses hizo todo lo posible para enviarlo al exterior y, finalmente, en enero
de 1967, Ghillean T. Prance, del Jardín Botánico de Nueva York, lo recibió en
Manaos (Brasil), para que tres meses después de coleccionar plantas con él en
la frontera con Venezuela iniciara sus estudios de doctorado en Estados Unidos
completamente becado.